22 de febrero de 2011

Tras la intemperie

[En torno a la serie fotográfica Cortinas de luz de Paulina Cortés Salgado]


La ciudad habla desde espacios recónditos. Recorremos diariamente la misma calle y por una ceguera insólita, dejamos de escuchar lo que ocurre detrás de las cosas. La fotografía rescata esa mirada que da cuenta de los detalles perdidos. Labor arqueológica ante los vestigios del mundo actual, consiste en recobrar fragmentos de una ciudad que no sabemos si está en proceso de edificación o devastada.

El ojo pone atención a construcciones relativamente frágiles. Armazones de metal cubiertos por lonas que tienen funciones itinerantes: el puesto de jochos que se arma y desarma en un dos por tres, una estética ambulante para cortes de pelo súbitos, cuerdas que sostienen toldos iluminados por electricistas espontáneos.


Estas guaridas contra la intemperie no están vistas con un afán de registro, con la intención de dar cuenta de los hechos. Se trata de ver la realidad oblicuamente, de crear un lenguaje donde lo implícito sea descifrado por el espectador. De ahí que el fotógrafo construya metáforas visuales en torno a lo que ocurre en esos cubos improvisados para el comercio, para el intercambio de mercancías y lenguajes.

Quien observa el mundo de este modo no retrata: inventa la realidad. Abstrae del contexto, borra los vínculos explícitos directos, y apuesta por el juego de las sombras y las luces, por crear imágenes donde los contornos y siluetas hablen de otro modo, digan otras cosas. Se trata de un lenguaje de la intuición, donde la elipsis es el mecanismo poético que detiene una escena y la trastorna, volviéndola naturaleza muerta, juego de colores, papalote.

Los modos de vida y las labores cotidianas se vuelven así un espacio de revelaciones instantáneas. ¿Qué es posible ver en esta proyección de sombras? Dibujos infantiles, catarinas, hombres jugando dominó, banderas, espectros. Todo lo que la imaginación prodigue. Al fin y al cabo, aquí, la noche y el día nos muestran sus efectos generalmente ocultos.


Vemos fotografías y nos encontramos frente a presencias fantasmales. Los transeúntes de la urbe se miran en el espejo y toman consciencia de las infinitas posibilidades estéticas que les ofrece su metrópoli. Ciudad-reflejo y ciudad-hallazgo. Somos estallidos de la luz.

Las imágenes hablan de esos otros que habitan a diario una habitación hecha de plástico y que, sin saberlo, crean realidades paralelas que nos llevan al goce de los sentidos, donde la violencia parece disuelta o imposible.